El otoño siempre acechaba por esas fechas bajo la forma de un anciano que intentaba retenernos en casa para que observemos la calle a través de vidrios empañados mientras el viento cantaba sus andares entre lo árboles.
Recuerdo que, en aquel entonces, 5 semanas me daban el rango perfecto de días para juntar plata e irme a la tienda de 20-25. Me encantaba la emoción de pasear entre esas estanterías [siendo yo tan pequeña] y coger aquel adorno que tanto te encantaba [y que me cantabas disimuladamente]
Paso a paso me iba deslizando suavemente por los pasillos que conformaban el hogar [nuestro hogar] para correr en pos de la calle, en pos de tu regalo. El salir furtivamente de casa con ese objetivo me hacia olvidar el frío...
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